Sequía

Me declaro en período de sequía. No sé que escribir, no sé de que hablar. Ese pequeño daimon que atacaba (o bendecía) a Ruyard Kipling, del que habla Rosa Montero en su recomendadísimo libro La loca de la casa, me ha abandonado, ese demonio que nos invade a ratos, nos utiliza para comunicarse con el mundo, se aprovecha de nuestras manos y mentes incautas para hacernos escribir cualquier cosa sobre cualquier cosa, se ha ido, quizás a invadir mentes menos tribuladas, con más tiempo y ganas de ser poseídas. Trataré de dedicarme exclusivamente a leer, a leerlos, a comentarles, a reírme o llorar con otras plumas.
La sequía es una cosa seria, genera desesperación, angustia, ansiedad, tristeza, rabia, y puede llevarte a escribir cualquier cosa, a escupir un montón de palabras sin ningún sentido. Por eso, hasta que vuelva, no escribiré, no tocaré una tecla más para este espacito, ni siquiera pensaré en él. Sólo acecharé al diablillo, lo perseguiré hasta el fin del mundo, lo buscaré en cada página de los tantísimos libros que tengo por leer (en mi supuesta lista de lecturas para este año, absolutamente abandonada e incumplida), lo haré volver y quizás hasta le de hospedaje permanente en mi cabeza. Hasta entonces, me voy.